Etapa 10: Tokaj – Budapest

Ruta del Imperio Austrohúngaro 2021

Nos vamos de Tokaj, pues tiene demasiado peligro para nosotros porque ese vino nos gusta demasiado. Nos ha encantado conocer au historia, su proceso de elaboración y sobre todo, conocer otras variedades que se hacen en la misma zona.

Desayunamos bien a gusto, con embutidos locales bien cargados de paprika, cargamos los bártulos sobre la moto y nos despedimos con cierta pena de nuestros anfitriones. El gesto de ayer nos ha tocado. Y ponemos rumbo a Budapest.

Tremendo desayuno nos tenia preparado nuestra anfitriona

Las carreteras nos van llevando hacia el oeste poco a poco, a trompicones. Las carreteras húngaras son bastante malas, bacheadas, parcheadas y sucias. Los arcenes son de tierra, y el paso de camiones, que pisan fuera en pasos comprometidos, deja arena en la calzada, lo cual no le gusta demasiado a Lipizzana, que se queja y se retuerce cuando la pisa. Además el avance es muy lento. Da la impresión de por queda kilómetro a 90 km/h hay 5 a 50. Todo son travesías de pueblos, que además, tiene el efecto de concentrar el tráfico y cuando empieza un tramo entre poblaciones, tienes que estar todo el rato adelantando, y no siempre es posible.

Y la verdad es que el paisaje tampoco acompaña. Del terreno ligeramente ondulado de Tokaj hemos salido a la vasta Llanura Centroueropea. Los horizontes se han escapado a decenas de kilómetros de distancia y no hay nada que ver, ni siquiera pueblos interesantes en el camino. Todo esto hace que tras una hora y poco de carretear, opte os por la solución más drástica: la autopista.

En Hungría es necesario también el pago de un viñeta, que además es electrónica. Das los datos de matrícula al empleado de la gasolinera, y al cambio de unos 5€ puedes circular 1 semana por las vías de alta capacidad del país. Así que ponemos pies en polvororsa y en poco más de hora y media llegamos a Budapest. Nuestra primera parada será un Decathlon, pues creemos que necesitaremos un par de gorros de baño. Y después, al hotel a dejar los bártulos.

Lo que está claro es que los hoteles los tiene que elegir Isa. Ella tiene más paciencia que yo para estas cosas, se para y acaba encontrando autenticas joyas. En esta ocasión ha elegido el MS Cézanne, que como su nombre indica (por lo de “MS”), es un barco. Concretamente, es un crucero fluvial fabricado en un astillero alemán y usado en el Rhin a su paso por Basilea hasta el momento de su jubilación, en que fue enviado a Budapest y amarrado en el ría Danubio para servir como alojamiento.

Bajamos al nuestro camarote y la sensación es muy rara. Al mirar por el ojo de buey, que da a la parte de Pest, se ve fluir el agua del río, que queda a la altura de la cintura, lo cual da la sensación de que el barco se mueve; sin embargo, el horizonte está quieto, y eso desconcierta los sentidos. Sea como fuere, justo enfrente tenemos el monumental y archiconocido Parlamento de Budapest, y eso quita todas las penas.

Pero no hemos venido a encerrarnos en ningún hotel, ñor bonito que sea. Nos vamos a la calle. Hungría en general y Budapest en particular son conocidos por su termalismo. Los abundantes afloramientos de agua termal hacen que haya baños públicos por todas partes. Nosotros hemos elegido los Baños Széchenyi, las más conocidas junto con las Géllert. Como están ubicadas en el Parque de la Ciudad, no nos molesta os en coger la moto; iremos en meteoro, porque para llegar allí es necesario tomar la famosa línea 1, la segunda más antigua del mundo por detrás del meteo de Londres. Las estaciones son preciosas, con sus alicatados de azulejo blanco biselado colocado al tresbolillo, y los pilares de acero remachado. Eso si, los vagones son algo más modernos que los de la anterior vez que había estado en la ciudad… pero no mucho más.

Una parada de metro de la línea 1

En poco más de media hora de viaje en el tiempo llegamos a las termas. Llevamos hambre, así que comemos algo delante del edificio neobarroco de principios de siglo de las termas, y nos vamos para adentro. El aforo está completo, como es habitual. Sin embargo, los turistas curiosean las piscinas interiores, y hace que los 3 vasos al aire libre no estén demasiado saturados. Eso si, conseguir una ha,aca es misión imposible. Nos metemos en el vaso caliente y la sensación es… abrasadora. Agua a 36º, con la misma temperatura ambiente y poco más la corporal. Sin embargo, según te vas acostumbrando, te sientes más a gusto. Os damos unos chorros en los hombros y vamos a probar el otro vaso. 27º. Pero si está helada!!! Esto del contraste de temperaturas es un cachondeo… Nos quedamos allí otro buen rato y cuando el sol empieza a caer y deja la piscina en la sombra, volvemos a la primera. Agotamos todo el tiempo, hasta que el socorrista empieza a desalojar bañistas a sibatazo limpio. Cogemos metro de vuelta a nuestra parada y camino del hotel para os a cenar. Gulyás y carne de caza, regado con un tinto húngaro, lo mejor de la cena.

Que buen rato hemos pasado a remojo!

Ya en el barco, no se acabarían las anécdotas. Mientras Isa se acondiciona el pelo tras los baños públicos, subo a la cubierta superior, escribo en el blog, hablo con mi padre… y aparece el recepcionista, preguntando quién tenía coche aparcado en el muelle, pues la policía los estaba desalojando. El motivo es que la calle se está cerrando para los preparativos del día de la Fiesta Nacional, que se celebra un espectáculo pirotécnico desde barcazas en el río, y claro, estamos enfrente del Parlamento… Le digo que yo no tengo coche, que tengo moto, a lo que me responde que también debo retirarla. Le pregunto de nuevo que a dónde puedo llevarla, el hombre se queda pensativo y me espeta:

– “Tu moto cabe por la pasarela?”

Le respondo que si, que en el peor de los casos sólo tendría que quitarle las maletas (aunque lo más ancho realmente es el manillar, pensé más tarde…).

Y de esa manera, ante la mirada atónita de la policía y del resto de huéspedes, Lipizzana cruzó la pasarela del MS Cézanne y los 3 pasamos la noche en un barco-hotel amarrado en el Danubio, enfrente del Parlamento de Hungría.

Somos unos chulos…

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